miércoles, 13 de julio de 2011

Cadizterapia


Con todas las que son en el mundo y no hay dos ciudades iguales. Vale, todas tienen calles, plazas, edificios, historia y habitantes. Pero su sabor, su estilo, las vivencias que la han hecho diferente son las que constituyen la esencia de cada ciudad. Todas las ciudades tienen su mito, su imagen configurada a través de siglos y años, con monumentos icónicos que se reproducen en las guías turísticas hasta formar la 'imagen' que la mayoría de la gente tiene en la cabeza de ese lugar. Pero excede del contenido de esta entrada, dedicada a mi amiga Loli, con la que fui el pasado fin de semana a Cádiz, hablar de los mitos de cada ciudad.

¿Qué es la Cadizterapia?

Un nuevo concepto revolucionario en el mundo de los viajes. En nuestra época actual aparecen las técnicas más variadas en los temas más diversos, como la risoterapia. De eso Cádiz sabe mucho. Los patronatos turísticos y el Ayuntamiento se han puesto de acuerdo y, sin usar ese término, nos lanzan el mensaje de la Cadizterapia: 'Cádiz, la ciudad que sonríe' es el lema.


La Cadizterapia es una forma de estar en el mundo

La Cadizterapia es poner una sonrisa ante la adversidad

La Cadizterapia es ser tan grande como para no tomarte en serio, estar pleno de tantas cosas que no necesitas sofisticarte ni tener pose ni creerte nada

La Cadizterapia es usar el humor como escudo, es cantar por tanguillos las duras verdades de la existencia, es hacer crítica política con unos cuantos cuplés

La Cadizterapia es el elogio de la sencillez, del pueblo

La Cadizterapia es estar tumbado en la playa de la Caleta sin pensar en nada, dar un paseo por el Baluarte de la Candelaria y respirar el aire que te hará soportable la vuelta a tu ciudad de origen, es echarte unas risas con los excesos de un travesti y sus bromas en el Pay Pay



Cádiz tiene muchos problemas también. No todo va a ser mitificación. Como cualquier otra ciudad. Junto a la Iglesia de Santa María hay un sencillo azulejo con un poema en el que se pide ayuda divina para vencer "el paro y la droga". Pero más allá de problemas estructurales, Cádiz para el visitante, para el foráneo, para el extranjero es un lugar en el que estar a gusto, lleno de historia, una ciudad sencilla, que no compite con otros destinos de Andalucía en pomposidad y monumentalidad, ni falta que hace. Es cercana y acogedora, es popular y divertida, señoras y señores, esto no se puede explicar, tienen que ir a Cádiz...

P.D. - Y es muy probable que si quieren visitar algún lugar en concreto y lo comenten en voz alta, cualquier vecino (especialmente una señora mayor) le indique la dirección que deben tomar. Lo que en otro sitio se llamaría entrometimiento aquí es interés y cercanía. Sencillez. Cai es diferente! :)

martes, 12 de julio de 2011

Dos fandangos

No te fíes del cariño
que diga muchas palabras,
que el verdadero cariño
se hace un nudo en la garganta
y se llora como un niño


Mis lágrimas voy echando
en un vaso de cristal.
Ahora las echo en el suelo
porque, de tanto llorar,
el vaso lo tengo lleno

Y un recuerdo al maestro, el más grande cantaor de fandangos que hemos tenido. De Huelva tenía que ser: Paco Toronjo.

jueves, 7 de julio de 2011

De cinéfilo a cinéfago

Descubrí el término no hace mucho: 'cinéfago'. Es una palabra que viene a sustituir al 'cinéfilo' clásico, es decir, el amante del cine, por un amante del cine en versión 2.0, mejor dicho, en versión posmoderna, ecléctica y ausente de prejuicios. La idea simplificada sería que ser cinéfilo define degustar los platos más exquisitos del cine clásico, disfrutar con las interpretaciones de los mejores actores y aplaudir las obras más destacadas de los directores que configuran el 'canon' de la creatividad, del arte y del buen gusto en el cine.

Pero la posmodernidad (o ya casi habría que hablar de pos-posmodernidad) se empeña en ponerle nombre a todo, en intentar buscar diferencias y en definirse y nos regala el nuevo término: 'cinéfago'. Persona que adora y disfruta el cine, pero no entendido como una escala de valores, si no como un inabarcable menú de platos en el que un día te puede apetecer un clásico de los años 20 y al día siguiente una película de serie B de los 70. Aquí está la cinefagia: en la mezcla, la variedad, el no avergonzarse por ver unas determinadas películas. En definitiva, cambia la mirada. Pues bien, soy cinéfago.


Esta entrada (la primera de julio, me da que este verano no voy a estar demasiado activo en el blog) la escribo en el momento adecuado, porque esta noche acabo de hacer un experimento cinéfago. Llevaba meses con ganas de hacerla y llegó la noche adecuada para ver, en este orden, 'El séptimo sello', de Ingmar Bergman, y 'Los bingueros', de Mariano Ozores. Sin duda verlas en el orden inverso habría sido casi otra experiencia diferente. Nada que ver en todos los órdenes: la época (una es de 1957 y otra de 1979), la nacionalidad (sueca y española), el estilo, la forma de narrar, los personajes, la música... Nada de nada.

'El séptimo sello' es el cine con mayúsculas para el cinéfilo. Es un cine que te hace pensar, reflexionar, nada menos que sobre la idea de la muerte. Tiene gran calidad estética y narrativa, contiene imágenes que forman parte ya de la historia del cine (el juego de ajedrez entre el caballero y la muerte) y la he disfrutado muchísimo, a muchos planos y con gran intensidad. Nada que ver por supuesto con 'Los bingueros', que es frívola, casposa y difícilmente pasaría hoy el examen de lo 'políticamente correcto'. Pero una aspira a ser otra y otra se conforma con ser un producto de mero entrenimiento. Las dos son cine y el cinéfago tiene que intentar aprovechar lo que pueda extraer de cada experiencia, sea a un nivel narrativo, formativo, cultural o meramente estético. Os invito a 'cinefagear', como en la música o en la gastronomía, unos días nos apetece una hamburguesa y otros probamos un gazpacho de mango.

¡Viva el cine, feliz verano amigos lectores!