El 1 de octubre, día de mi cumpleaños, fui al Teatro Lope de Vega de Sevilla a ver la representación de esta obra, cuyo título llama la atención. ¿Futuros difuntos? Eso seremos todos, pero de momento somos vivos presentes. Eusebio Calonge es el autor de esta compañía de culto. Su director es Paco de la Zaranda, también uno de los intérpretes: Francisco Sánchez. Tres hombres en el escenario: Gaspar Campuzano y Enrique Bustos acompañan a Sánchez. Una obra dura, difícil, pero no excesivamente intelectual ni insoportable, con algún leve toque de humor y un detalle que me llamó la atención: hablada en andaluz, sin forzar, con nuestra forma de hablar natural, algunos giros y expresiones populares.
Parece que estamos en un manicomio. Tres hombres conviven en un espacio opresivo y asfixiante. Acaban de recibir la noticia de que ha muerto la persona que regía sus destinos, el director del manicomio, y entran en un estado de ansiedad, a la expectativa de acontecimientos. Protagonizan escenas entre lo surrealista y lo provocador, entre la revolución y el 'que todo siga como estaba'. Estéticamente utilizan maniquíes y toda la puesta en escena es un homenaje estético a la España pictórica: de Velázquez a Gutiérrez Solana, la España negra con todo lo que implica, hasta una clara evocación de 'Los fusilamientos de la montaña de Príncipe Pío', de Goya.
Sirvan estas líneas para evocaros mis emociones ante una obra difícil, dura, inquietante, pero siempre necesaria: hay que mirar la cara más frívola del hombre y también la más profunda. Todo es compatible. Al principio me costó un poco entrar en la dinámica de la obra, pero luego fui descubriendo a personas inmensamente humanos en su locura. Y entre tanta negrura y tanto caos... algo habrá de esperanza. Futuros difuntos... pero mientras tanto vivos y muy vivos.
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