El 14 de septiembre volamos desde Sao Paulo hasta Foz de Iguazú. Esa zona es un punto geográfico muy interesante, ya que se encuentra en la frontera entre tres países: Brasil, Argentina y Paraguay. La ciudad es grande, aunque tampoco destaca por nada en especial y en sus alrededores hay numerosos hoteles y centros comerciales, en una zona también muy orientada al turismo ya que allí se encuentra una de las maravillas naturales del mundo: las cataratas de Iguazú.
Aquella tarde visitamos el Parque de las Aves, con más de 150 especies. Algunas de ellas están en peligro de extinción. Además de contemplarlas en una serie de jaulas también puedes entrar en naves de grandes dimensiones en las que las aves, aunque enjauladas, tienen más espacio. También hay zonas dedicadas a las mariposas y a los colibríes y puedes hacerte una fotografía con algún guacamayo posado en tu brazo. Me llamó la atención lo siguiente: en la zona dedicada a los flamencos había espejos. Y es que los flamencos son unas aves asustadizas y al ver reflejadas sus imágenes creen que se tratan de otros ejemplares de la manada, lo cual les aporta más seguridad y las hace estar más tranquilas. Me resultó curiosa esa idea e incluso se me ocurrió algo parecido para los seres humanos, ¿os imagináis?
El 15 de septiembre visitamos la parte argentina del Parque de las Cataratas de Iguazú, donde disfrutamos de un auténtico día de aventuras: por la mañana nos montamos en una lancha que te acerca tanto a las cataratas que te pones empapado, y por la tarde navegamos por un río con mucha tranquilidad, escuchando los sonidos de la selva y viendo pájaros. Parecía que estábamos en una película, en un universo completamente natural y diferente de todo lo que había visto hasta ese momento. Hizo un día espléndido. Al día siguiente visitamos la parte brasileña del parque, que tiene unas vistas espectaculares, aunque no tuvimos tanta suerte ya que estuvo lloviendo. De todas formas fue una experiencia increíble subir y bajar las pasarelas, ver animales como coatíes o cocodrilos, de pequeño tamaño, o admirar la increíble fuerza con la que caía el agua.
Las cataratas de Iguazú son uno de los lugares más maravillosos que he visitado. Sobre todo me quedo con un momento: contemplando la Garganta del Diablo. Una fuerza de la naturaleza, un prodigio, un milagro, millones de litros por segundo. El agua es vida. La naturaleza nos enseña, es sabia. Me quedo con la mera contemplación estética, pero no puedo evitar pensar en la pequeñez del hombre frente a la grandeza de la naturaleza y a su vez en lo grande que somos siendo tan pequeños. Encima en el tren que nos llevaba sonaba 'Nella fantasia', la preciosa melodía de Morricone para la película 'La misión', que siempre me ha emocionado, así que me vienen ese tipo de ideas y sentimientos trascendentes. Iguazú fascina, emociona, impacta y sorprende. El hombre tiene la obligación y el deber de preservar la naturaleza para las futuras generaciones. El 16 ya regresamos a Sao Paulo y al día siguiente volvimos a España. Los viajes, como las historias, llegan a su final. Pero, como os decía en mi primera entrada sobre el viaje, no somos los mismos que antes: algo, pequeño o grande, nos ha pasado. Siempre quedan viajes pendientes.
Sí, siempre quedan viajes pendientes, ¿verdad? XD
ResponderEliminarUno de mis viajes pendientes es el que cuentas aquí... Iguazú, ¡qué maravilla! Me quedo con tu reflexión sobre lo grande que es la Naturaleza y lo pequeños que somos los humanos, y, a pesar de ello, todo lo que hemos logrado. Una reflexión sin desperdicio.
Siempre te quedará el buen sabor de boca de haber cumplido uno de tus deseos: viajar a Brasil.
Un besazo