Anoche fui a ver Torrente 4 y la sala de cine estaba prácticamente llena. En el fin de semana de su estreno al cine que yo fui, en Los Barrios, había cuatro salas proyectándola simultáneamente y todas se llenaron, además de funciones cada hora. Se ve que a la mayoría de la gente le gustó, ya que a cada gag y cada chiste de Torrente le seguían sonoras carcajadas entre el público. Pero esta entrada no es para hacer una crítica fílmica ni dar mi opinión sobre la película, si no que la escribo con la intención de reflexionar sobre lo políticamente incorrecto.
Creo que una de las características de esta sociedad posmoderna en la que vivimos (igual posmoderna ya no es una definición correcta y se quedó anticuada, no sé, igual sociedad en crisis, sociedad 2.0, pos-todo o la era gaga, directamente. No estoy fino para definiciones hoy) es que muchas personas se sienten más ofendidas por la representación de la realidad que por la realidad misma. Continuamente vemos quejas, protestas y críticas por lo daniñas y perniciosas que son ciertas películas, algunos programas de televisión o representaciones publicitarias. Parece que nos ofende que sea mostrado todo aquello que no nos gusta, en lugar de profundizar, ir más allá y preguntarnos por cómo poder combatir aquello que queda reflejado en los medios de comunicación porque, ni más ni menos, existe, es real. Otra cosa es el modo en que sea mostrado.
Torrente es machista, xenófobo, homófobo, intolerante, reaccionario, oportunista, corrupto... un rosario de adjetivos que no 'casa' nada en la sociedad moderna, abierta y tolerante en la que queremos vivir y que muchos medios de comunicación nos muestran. Pero el éxito de este personaje (sin entrar en otros factores mucho más comerciales, como la constante campaña de publicidad, el uso del humor zafio, el populismo y la galería de personajes mediáticos) está en que representa una parte que sigue estando ahí, que creemos superada, arcaica o anticuada, pero que sigue teniendo presencia, aunque quizás residual, en la sociedad española. Incluso algunos se verán identificados con ciertos comentarios excesivos de Torrente, que apenas tendrían cabida en el ámbito de lo 'políticamente correcto'.
Desde el chiste chusco y la parodia Torrente viene a poner en pantalla aquello que no nos gusta, que pensamos que está erradicado, que ya no tiene lugar en nuestro mundo políticamente correcto. Ahí reside su éxito, su fuerza y su efecto. Lógicamente creo que hay que respetar, tolerar, aprender e integrar a todos los colectivos, intentar construir una sociedad mejor y poner nuestro granito de arena para hacer este mundo más soportable, pero también es cierto que últimamente intento ser crítico con lo 'políticamente correcto', que llevado al extremo puede resultar ridículo, ya que abre la veda para que cualquiera en cualquier momento por cualquier cosa y bajo cualquier planteamiento pueda sentirse ofendido por todo lo que nos rodea. Protesto por una película, por un libro, por un anuncio de televisión que me indignan. Pero no intento tomar medidas, aunque sea en la medida de mis posibilidades, para intentar luchar contra los valores de fondo y contra el poso cultural que hace que estas actitudes que no nos gusten (por ejemplo las machistas o las xenófobas) sigan estando ahí.
Daría para un largo debate los derroteros que va tomando la sociedad políticamente correcta. Poco a poco van surgiendo voces críticas, que intentan explicarse para no ser tachadas de 'extremistas'. De momento Torrente, el brazo tonto de la ley, sigue luchando contra la sociedad políticamente correcta. ¿Santiago Segura disecciona, bajo el espejo deformante de la sátira, la realidad contemporánea española? No diría tanto, para lo que para algunos pueden ser sólo son una serie de situaciones generadoras de unas cuantas risas, para otros no deja de tener una crítica social latente, amplificada en esta mirada irónica sobre lo que nosotros mismos (telebasura, corrupción, explotación a los inmigrantes, ausencia de valores, hedonismo exacerbado, violencia a todos los niveles) hemos construido.