Hoy, día de Navidad, he visto dos películas muy diferentes entre sí, tanto por época como por concepto y estética. Primero vi con mis padres 'Vacaciones en Roma', deliciosa comedia en la que Audrey Hepburn brilla y llena la pantalla, en una capital de Italia encantadora, de postal, en la que nada malo puede suceder. Después he visto con mi amiga Loli 'El sentido de la vida', cuarta y última aventura cinematográfica del políticamente incorrecto grupo Monty Python. En esta entrada no voy a hablar de la película, aunque me reí con sus ironías, su visión ácida de la vida y su crítica de la sociedad británica (que se pueda extrapolar al resto del mundo) en muchos aspectos: religioso, militar, social, político, capitalista... Muy divertida, para nada es la típica película navideña, más bien sería el reverso petardo de 'Qué bello es vivir'.
Así que, sin ser nada pretencioso, esta noche escribiré sobre el que sea, quizás, el tema por excelencia. Del sentido de la vida. Vamos allá. Resulta curioso a veces tomar conciencia de la propia vida, de la existencia. Yo personalmente creo que la tuve bastante tardía, apenas conservo recuerdos infantiles (pero eso ya es otra historia). Con todas nuestras diferencias, que son enormes y en muchos casos irreconciliables, la vida de cada ser humano tiene elementos comunes con los de otros, que hacen que se puedan extrapolar una serie de temas universales, básicos, que configuran la condición humana (amor, vida, sexo, muerte, deseo, proyectos, conflictos, ilusiones, amistad, alegrías, esperanzas, crisis, engaños, ascensos y caídas). Después la formación, los gustos, los intereses, la manera de ver el mundo, si somos religiosos o no (y de qué religión somos o en qué forma la practicamos), la cultura... irán formándonos a cada uno como personas y hará que seamos tan diferentes y que empaticemos con unos en lugar de con otros.
Hace poco en la sección de Psicología de El País Semanal leí unas palabras sencillas, pero a su vez impactantes y valiosas: "El que no sabe para qué vive, el que no tiene un objetivo en la vida ya tiene uno: encontrarlo". De maneras muy diversas, claro, pero una de las características que conforman al ser humano, y le hacen ser como es, es la conciencia de la trascendencia. Oscilamos entre el cielo y el suelo. Aspiramos a lo mejor y muchas veces somos un fracaso.Vivimos en un constante equilibrio inestable entre lo que pensamos, lo que queremos, lo que decimos, lo que hacemos y lo que somos... Hay tanta pequeña vanidad en nuestra tonta humanidad enceguecida... como cantaría Eladia Blázquez.
Algunas ideas tomadas de aquí o de allí, pero que comparto. El mundo continúa, los que no seguimos somos nosotros. Nada tiene demasiada importancia, para la humanidad, el mundo o para el universo, pero para mí que estoy vivo y estoy en un aquí y un ahora concretos mi mundo es lo más valioso. Todos nos necesitamos. Merece la pena seguir adelante. Sigamos caminando, aunque siempre tenemos que contar con que somos falibles, somos polvo, somos basura, pero también somos proyecto, somos futuro, somos palabra, somos cultura, somos memoria, somos apoyo y somos parte de la historia del mundo. Cada uno va construyendo su mundo y su historia. Casi ninguna tarea puede darse por acabada. Nunca podemos darnos por vencidos... Si tuviera más talento y más capacidad, intentaría desarrollar estas ideas en libros, proyectos o entradas en blogs, pero creo que bastante se ha dicho ya. Y se seguirá diciendo. Que tome la palabra ella, La Negra Sosa, que en esta canción, si no dice cuál es el sentido de la vida (no creo que exista en un sentido absoluto, cada uno va encontrando 'bolsas de sentido' a lo largo de una existencia, que en muchos casos pueden ser asumibles por una sociedad o una cultura, en un deseo de universalidad), pero en todo caso se aproxima bastante a cómo lo veo yo...
Honrar la vida. Buenas noches. Buena suerte. Y feliz Navidad.
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