François Hollande es el nuevo presidente de Francia, ganando (por un escaso margen, todo sea dicho) a Nicolás Sarkozy, el omnipresente presidente durante cinco años, que ocupó desde las páginas políticas por su deseo de "refundar el capitalismo" hasta la crónica rosa por su matrimonio con Carla Bruni. Pero la etapa de Sarkozy pasó a la historia y será el tiempo el que la tenga que juzgar, ahora Hollande es el nuevo inquilino del Elíseo.
En este mundo globalizado cada vez se sigue con mayor interés qué pasa en otros países, por las consecuencias que tendrá para el propio. Dos lecturas de cara a la Unión Europea deja la victoria de Hollande: una es un cambio de postura económica, ya que quiere combinar austeridad y crecimiento, con lo cual se avecina un nuevo marco de diálogo con Alemania, a la que la segunda economía de la 'eurozona' servirá de contra peso. Además de la lectura económica, la política es que la victoria del líder socialista puede suponer una nueva etapa para la izquierda europea.
Actualmente en la mayoría de los países europeas gobierna el centro-derecho y dentro de la actual crisis que afecta a todos los estamentos, desde políticos hasta sociales, la izquierda se encontraba dividida, con sus propios problemas y circunstancias en cada país, y sin un discurso unificado, sin una 'narrativa' tan poderosa como la de la derecha, que ha parecido la única alternativa reciente, pese a las numerosas voces críticas existentes. "Otra manera de hacer política es posible", decía José Antonio Griñán, que acaba de jurar su cargo como presidente en la Junta de Andalucía. Andalucía es de izquierdas, también lo es Francia y sus dirigentes, en un caso autonómicos y en otro nacionales, tienen que demostrar a la ciudadanía que la izquierda tiene discurso, tiene capacidad de actuación y de gestión y tiene liderazgo. La izquierda europea debe despertarse e ir creando ilusión en muchos ciudadanos, para no caer en los peligros de los extremismos de uno u otro signo, como ha pasado en las elecciones griegas o que el partido de Marine Le Pen sea la tercera fuerza política francesa. Afortunadamente en España eso no tenemos, aunque haya otras muchas cosas cuestionables y mejorables en nuestro país.
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