Una de las características de los convulsos tiempos en los que vivimos, con una fuerte crisis que, con mayor o menor incidencia en los países, ya tiene alcance mundial, es la incertidumbre constante. Tal es la magnitud de este fenómeno, el barco del capitalismo hace aguas por tantas partes que nadie se atreve ya a vislumbrar una fecha de finalización ni los analistas, expertos, economistas y politólogos se ponen de acuerdo en cuál es la forma para salir de esta crisis. ¿Austeridad o inversión? ¿Fomentar el gasto público para crear empleo o seguir recortando, desmontando así el estado del bienestar?
Complejas preguntas, que exceden al objetivo de esta breve entrada. Simplemente quiero reparar en la incertidumbre constante en la que nos toca vivir. Hemos llegado a un punto en el que todo está tan interrelacionado que lo que pasa en Nueva York puede afectar en cualquier parte del mundo y la situación de un país europeo se hace notar en la bolsa asiática. Todo está conectado y los gobiernos han ido perdiendo soberanía en beneficio de eso que se llaman 'los mercados'. Resulta casi increíble ver cómo han caído gobernantes elegidos en las urnas y tecnócratas han ocupado sus puestos, reconociendo así que la democracia misma está socavada en una época en la que, usando unas palabras más apocalípticas o menos, siendo más críticos o moderados, prácticamente todos coinciden en la gravedad de los acontecimientos. Algunos creen directamente que estamos asistiendo al fin de una época y al inicio de no se sabe bien qué, pero el inicio de algo diferente a lo que estábamos acostumbrados.
Y esta incertidumbre constante también crea una peligrosa brecha de confianza entre los ciudadanos y las instituciones. Los gobiernos mueren en las hemerotecas. En el caso de España, el presidente del Gobierno, en este caso Mariano Rajoy, del PP, ha hecho muchas cosas que había asegurado que no haría. Igual le pasó a José Luis Rodríguez Zapatero y en las urnas pagó el alto coste de unas medidas impopulares. De hecho al PSOE aún le queda mucho de travesía del desierto. Pero ahora la mirada está puesta en los actuales gobernantes y uno se pregunta, ¿qué podemos esperar si el lunes dicen una cosa, el miércoles la siguen negando y finalmente el viernes la confirman? El descrédito de las instituciones, la falta de apoyo a las pequeñas y medianas empresas y el enorme contraste entre las dificultades cotidianas de los ciudadanos y las ayudas al sistema financiero están creando un caldo de cultivo cuyas consecuencias se irán viendo en semanas, meses y años, porque lo que está pasando es tan fuerte, tan rápido y tan complejo que habrá que ver en perspectiva cómo hemos cambiado y cómo afectará todo lo que está pasando al sistema económico y al orden mundial en definitiva.
Mientras tanto empezamos una nueva semana, que estará presidida por la incertidumbre constante (aunque la Eurocopa hará que tengamos distracción para olvidar la gravedad de los acontecimientos o al menos disfrutar del fútbol para no pensar durante 90 minutos en la que está cayendo).
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