viernes, 28 de enero de 2011

Un paso al frente

Adelante, un paso al frente. No cuesta nada: sólo tienes que poner un pie delante de otro. Este paso te puede llevar a donde quieras. Un paso al frente para entrar en el bar de la esquina. Un paso al frente para pasar de la retaguardia a la vanguardia. Un paso al frente para saltar al vacío. Un paso al frente sin perder el equilibrio. Un paso al frente para ir a ninguna parte.

¿Son los pies, la cabeza o los zapatos los que deciden qué camino seguir?

Un paso al frente con zapatos verdes, esos zapatos mágicos que sólo pueden existir en las películas (Najwa Nimri y Charo López en pasaje) y en la ópera (en la imagen, la soprano francesa Natalie Dessay), siempre será más fácil. Si lo haces con zapatos rojos una cosa está clara: algo va a pasar. Con negros lo más normal es que llegues a donde se espera que llegues. Con calzado deportivo, con independencia del camino, en todo caso irás más cómodo. ¿Es posible que el calzado condicione nuestros pasos? No lo sé, veremos cuál es el siguiente paso.

miércoles, 26 de enero de 2011

La historia de Bernard y Rose


Esta entrada la disfrutarán más los seguidores de la serie Perdidos, pero de todas formas intentaré no remitirme tanto a la trama de la serie cuanto a los sentimientos que me expresa la historia de dos de sus personajes secundarios.
La historia de Bernard y Rose me emociona, dentro de los miles de relatos existentes (que en el fondo casi siempre son el mismo o hablan de los mismos temas, con sus variantes) en el medio audiovisual es uno de mis favoritos. Apenas sabemos nada de la vida anterior de ellos (ni falta que hace). Los conocemos en su madurez. Rose intenta arrancar su coche en una noche nevada y se encuentra casualmente con Bernard, que la ayuda. Hay simpatía entre ellos, como la que sientes a veces con los perfectos desconocidos. Se despiden y hay unos segundos en los que cambia la vida de ambos. En esos segundos Rose se mete en su coche, que ya ha conseguido arrancar, y Bernard en el suyo. Podría haber arrancado, se habría marchado y su vida habría continuado por otros derroteros.
Pero no, tuvo unos segundos de duda, y después lo llamo. "Bernard, quieres tomarte un café", le dice, y su respuesta es afirmativa. A los cinco meses Bernard se compromete con ella, en un marco tan romántico como las cataratas del Niágara. La escena podría resultar almibarada, pero nada más lejos, Rose le confiesa que tiene un cáncer. Bernard ya se había hecho a la idea, a sus 56 años, de que seguiría soltero y nunca encontraría a la persona adecuada. Y, cuando la encuentra, tiene que asumir que sólo va a tener un año, con suerte un poco más de tiempo, junto a ella.
Las posturas de Bernard y Rose ante los hechos son casi dos posturas arquetípicas del ser humano ante lo que les pasa: actuar para cambiar o aceptar las cosas como son. El matrimonio pasa su luna de miel en Australia, pero con sorpresa. Bernard hizo un donativo de 10.000 euros a Isaac de Uluru, un curandero, para que atendiera a su mujer. Ella reaccionó con escepticismo, diciéndole a su esposo que acepta serenamente y en paz lo que le pasa. Una vez en la consulta, Isaac le explica que hay puntos concretos en el planeta en los que se concentra una gran cantidad de energía y que su modo de actuar consiste en transmitir esa energía a personas que están enfermas. Pero a Rose no le miente, no puede curarla, ese no era el sitio adecuado para ella. En un detalle sumamente hermoso y humano, Rose decide contarle a su marido que se ha curado. ¿Qué sentido tiene esa mentira? Está claro: para que disfruten el tiempo que les queda, para vivir el momento y disfrutar estando juntos, sin que él se preocupara por hacer todo lo posible para que su mujer se curara.
Y luego viene la llegada a la isla. Tras un terrible accidente de avión, cada uno queda en una parte distinta, pero ambos sienten, saben que el otro está vivo. Y después pasan muchas, muchas cosas en esa serie. La historia de Rose y Bernard es conmovedora. Solemos creer que las cosas más importantes de nuestra vida van a pasar en la juventud, pero nunca sabemos lo que la vida nos tiene reservado. A Rose y Bernard los momentos más felices de su vida se los tenía reservados cuando ya habían pasado la cincuentena, cuando ya habían caminado tanto por este valle de lágrimas. Pero nunca se sabe lo que la vida nos reserva, nunca sabemos a dónde nos va a llevar el camino, no podemos pensar que ya está todo vivido, que ya lo hemos sentido todo, que la vida no nos puede seguir sorprendiendo. Atentos a lo que nos queda...

viernes, 14 de enero de 2011

La ola


La ola (Dennis Gansel, 2008) es un ejemplo de cine hecho para pensar, para reflexionar, para que nos planteemos las cosas cotidianas. Esta película alemana está basada en hechos reales, en concreto en un experimento realizado por un profesor en Estados Unidos en los años 60, denominado la tercera ola. Dennis Gansel traslada ese planteamiento a la sociedad alemana contemporánea.
Durante la semana de proyectos un nutrido grupo de alumnos se apunta a un taller denominado 'Autocracia'. El profesor, interesado en nuevos métodos pedagógicos, va descubriendo el interés que despierta en sus alumnos y les lanza una pregunta: ¿sería posible que hoy día volviera a instaurarse una dictadura, como pasó en la Alemania nazi? Lo que empieza siendo un mero debate teórico acaba convirtiéndose en un proyecto, denominado La ola. El profesor va implantando normas y disciplina a sus alumnos. La gran mayoría acoge bien su propuesta y en unos días las cosas se salen de madre y empiezan a hostigar a aquellos que no piensen como el grupo, que se niegan por ejemplo a llevar una camisa blanca, símbolo de uniformidad.
Esta película, que llevaba tiempo con ganas de ver, se hace amena, entrentenida y proporciona un debate, que no sólo puede darse en Alemania, si no que es extrapolable a otros países. También en España podríamos debatir al respecto. Al fin y al cabo la duda es si dentro de nosotros están las semillas que podrían llevar a una dictadura. A la imposición de unas ideas y dejar fuera, o incluso aniquilar, a todo aquel que piense diferente. Al ser humano le ha costado mucha sangre y muchos siglos llegar al menos a este estado de cosas, en el que se respeta a los demás y se puede vivir en libertad (con todas las restricciones, problemas y limitaciones posibles), pero al menos algo es algo.
Cuesta pensar que en nuestra vida diaria tuviéramos que cumplir una serie de requisitos impuestos por el Estado o por el grupo dominante. Sin embargo también hay otra idea de fondo en esta película y es que la independencia se paga cara. Salvo casos muy excepcionales, todos queremos sentirnos integrados, en una familia, en un grupo, en una pareja, en una comunidad social, deportiva, lúdica o cultural. Necesitamos a los demás más que respirar. No creo, como decía Sartre, que el infierno sean los demás. Al contrario, interactuar unos con otros es lo que da sentido a nuestras vidas, en muchos casos. Pero desde la libertad personal de elegir con quién quiere uno compartir su vida y sin querer cambiarlos (grave error, ya sea a amigos o a la pareja).
La ola nos hace preguntarnos si hoy día serían factibles unas condiciones sociales como las que llevaron a Hitler al poder en la Alemania nazi. Nos gustaría pensar que no, que es imposible y que hemos aprendido la lección. De todas formas la historia (desde la Historia, la que se cuenta en los libros y en wikipedia hasta nuestras vidas personales) nos demuestra que el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Ojalá podamos seguir evolucionando hacia una sociedad más justa, más pacífica, donde haya más respeto y menos imposición. Aunque parezcan ideas abstracas, en nuestro día a día vamos a encontrar infinidad de situaciones en las que tengamos que tomar partido. Ojalá que La ola quede solo en la pantalla y no llegue a mojarnos.

viernes, 7 de enero de 2011

Yo estuve en el Chillida Leku


Fue en el verano del año 2005, no recuerdo exactamente si a finales de agosto o comienzos de septiembre. Yo también estuve en el Museo Chillida Leku, en unas vacaciones estivales en San Sebastián. Lo visité por la mañana y el día acompañó, fue toda una experiencia (otra palabra contenedor, tantas veces vacía de contenido). Visitar el caserón, pasear entre los árboles y sentirte dentro (literalmente) de las esculturas. Chillida Leku fue el sueño del escultor Eduardo Chillida hecho realidad, una utopía, un lugar estimulante para los visitantes, pero la crisis también se lo ha llevado por delante.
Está claro que hay temas mucho más importantes, de todas formas el cierre de este museo, aunque no se produce de forma temporal, ha tenido repercusión en los medios. Ante la imposibilidad de su mantenimiento económico, la familia optó por cerrarlo. Hasta que vengan mejores tiempos y vuelva a abrirse. Una lástima, porque seguro que las administraciones destinan dinero a otros proyectos menos interesantes y se podría haber hecho un esfuerzo para que el público siga disfrutando del último sueño de Chillida, un espacio para el arte y la naturaleza. Parece que en estos tiempos prosaicos no hay dinero para algo tan abstracto, pero a su vez tan necesario, como el arte.
Me queda el recuerdo de su visita. Yo también estuve en el Chillida Leku. Quién sabe, igual algún día vuelvo a pasear entre las esculturas del maestro. Pero para eso aún falta mucho...

martes, 4 de enero de 2011

Propósitos irrealizables para 2011

¿Dejar de fumar, apuntarse al gimnasio, tener una vida más sana? Esos propósitos ya están muy vistos, vamos a elaborar una lista de propósitos imposibles para cumplir en este nuevo año que acaba de empezar.

- Aprender a pintar mujeres desnudas como lo hacía Magritte
- Inventar mi propio lenguaje, como Tolkien
- Ponerle mi nombre a una estrella que haya pasado desapercibida para todos los astrónomos
- Copiar a mano la Divina Comedia de Dante, en un cuaderno de cuadros y con un boli bic. Cuando se acabe la tinta, tendré que dejar la transcripción tal y como quede
- Buscarle a una amiga (omitiré su nombre por buen gusto) un suministrador de estricnina
- Cuestionar la nueva ortografía de la RAE y, si es posible, establecer una nueva, al menos a mí me servirá
- Viajar a ciudades que aún no se hayan descubierto
- Escribir finales alternativos para Casablanca, Vive como quieras, Rashomon y Luz que agoniza
- Tatuarme en mi cuerpo frases que no tengan sentido, al menos para ti
- Acabar con este blog

Feliz Año Nuevo (si lo pusiéramos en minúsculas se haría viejo demasiado pronto)

sábado, 1 de enero de 2011

Conversación con el gato de Cheshire


- Hola gato de Cheshire
- Feliz año nuevo
- Igualmente, feliz año para ti también. Aquí estoy de nuevo.
- ¿Y qué quieres saber?
- No creo que quiera saber nada más de lo que ya sé. Sólo quiero preguntarte una vez más qué camino debo seguir.
- Depende a qué sitio quieres llegar. Estoy seguro de que ya has tenido tiempo suficiente para pensarlo.
- Por más tiempo que tengo, sigo sin saber por dónde debo ir.
- Entonces da igual qué camino cojas, siempre llegarás a alguna parte.
- He llegado a muchas, he conocido muchos sitios, a gente maravillosa, lugares increíbles y situaciones fabulosas, pero creo que ya va siendo hora de asumir que esta vida errática no me lleva a ninguna parte, que debo encontrar mi camino.
- Sigue caminando Alicia, a algún sitio llegarás.
- Eso es seguro, lo que ya me plantea dudas es si acabaré llegando al sitio en el que me estás esperando.
- Todo pasa por algo, no te preocupes, posiblemente ahora no lo entiendas, ni quizás dentro de un año ni de una década. Pero un día descubrirás que el camino ha sido tu vida.
- Dicen que el carácter es el destino.
- Prefiero hablar de caminos que de destinos o de carácter Alicia. Que tengas una buena tarde.
- Buena tarde, buen año y feliz no cumpleaños.
- Feliz no cumpleaños para ti también, querida Alicia, nos vemos en el camino.
- Seguiré por allí, a ver qué pasa...