Cuando me da por una canción, la puedo escuchar varias veces, durante días, hasta que me canso y paso a otra. Ya le hice una entrada a 'We can work it out' de los Beatles y hoy quiero compartir con vosotros un tema que está sonando mucho en mi cabeza en los últimos días y que también me da juego para escribir algunas líneas. La canción es 'Aves de paso', del disco 'Yo, mi, me, contigo', de Joaquín Sabina, publicado en el año 1996.
La canción de Sabina es un inventario de amores de barra, de historias mínimas, de sexo concentrado, vivido, pensado o soñado. De esas mujeres que se cruzan en tu vida. De un 'aquí y ahora' que no se repetirá jamás. Muchas de ellas quedarán en la memoria, otras ni eso. Y me gusta la idea, casi me parece de 'justicia poética'. Todas las palabras se las quedan las personas a las que amamos y es justo que así sea. Que quieras más a aquel ser que ha compartido más contigo, que te conoce mejor. Pero, por un momento, vamos a homenajear también a nuestras aves de paso.
Aunque el sentido del tema de Sabina es más concreto, le hago una valoración más genérica. Recordemos a esas personas con las que nos hemos cruzado una vez en la vida, con las que hemos compartido un momento o un minuto, ya sea un viaje en autobús, un rato esperando el metro, una charla en la cola de una tienda o simplemente a quien le hemos preguntado por dónde se va a esta calle. En nuestra vida nos cruzaremos con miles de personas, la mayoría de ellas olvidables. Pero a veces pasa que te viene a la mente, de momento y sin ningún sentido, aquel antiguo compañero del colegio al que habías olvidado, los rostros de tu infancia, alguien a quien mirabas fascinado siendo un adolescente y con quien ni siquiera llegaste a cruzar una palabra. En mi memoria hay sitio también para aves de paso, yo les llamo 'esos grandes secundarios' que aparecen en tu vida, aunque sea sólo para compartir cinco minutos juntos, lo que duran dos paradas de metro. Que la vida no nos embote, atentos, porque esas aves de paso están en nuestro camino y, aunque sea sólo por un instante, nos hacen la vida más feliz.
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Dice la tradición japonesa que todos nacemos con un hilo rojo de seda atado el el dedo meñique... y que en el otro extremo están todas esas personas que iremos encontrando durante nuestras vidas aunque sea por un instante... dicen que nada es en vano, que todo está escrito en el gran libro del destino... Un abrazo Luis!
ResponderEliminarMarga
Muchas gracias Marga, no conocía esa tradición y es una imagen bellísima. Ya sea de nuestros padres, amigos íntimos o de esas 'aves de paso' con las que compartimos momentos mínimos, de todo se aprende y sirve para enriquecer nuestra vida. Gracias Marga, un beso!
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