sábado, 18 de diciembre de 2010

Fresas salvajes


Hace años vi esta película de Ingmar Bermgan y me apetecía rescatarla. Uno de mis directores favoritos, aunque no suelo ver su cine con demasiada frecuencia, tiene que ser cuando el estado anímico sea el adecuado. De broma le digo a mis amigos que después de ver una película de Bergman siempre se me pasa por la cabeza la idea del suicidio. Su cine trata todos los grandes temas del ser humano y lo hace desde un punto de vista nada condescendiente, es solemne, espeso, árido en ocasiones, pero también se vislumbra en él un paisaje humano auténtico e incluso una lejana esperanza de redención y optimismo.
El tema del viaje me apasiona. ¿El viaje es la vida o la vida es el viaje? A partir de un momento solemne, como es un homenaje acádemico de la Universidad de Lund al profesor Isak Borg, asistimos a un viaje en coche que también es un viaje interior y una selección de recuerdos. Junto a él le acompaña su nuera, una mujer con los pies en la tierra, que quiere tener a su hijo aunque su marido le ponga en la terrible tesitura de tener que elegir entre él o su bebé. Su nihilismo le lleva a aborrecer la vida, cree, con Sófocles, que sería mejor no haber nacido y se ve incapaz moralmente de poder traer nueva vida a este mundo de locos. Su mujer, sensata y juiciosa, está dispuesta a tenerlo, de todas maneras.
Una nota de alegría la aportan un grupo de excursionistas que se encuentra con el profesor. Una simpática joven, que aún conserva todo el idealismo de la vida, ve como se pelean sus dos compañeros por Dios. "Mientras se pelean por Dios, a mí me dejan sola", comenta. Filosofía, palabra, reflexión, ilusión, conversaciones interminables y, ¿qué te queda al final? El aquí y el ahora, lo que estamos viviendo, lo tangible. En 'Fresas salvajes' los hombres están en el mundo de las ideas y las mujeres los bajan a la tierra.
El profesor, que contempla su propio entierro en un fantástico sueño al comienzo de la película (una de las secuencias más citadas de Bergman), se descubre a sí mismo, recuerda su infancia y, en cierta forma, se redime. En uno de los pasajes de la película su prima, de joven, le dice: "pese a las muchas cosas que sabes, en el fondo no sabes nada". Y esa frase se va convirtiendo cada vez más en mi filosofía de día. Almacenamos miles de datos, los analizamos, tenemos más información que nunca, redes sociales y millones de experiencias al alcance de la mano. El tiempo va pasando, llevamos nuestras vidas lo mejor que sabemos, pero en el fondo, como el profesor Isak Borg, pese a lo mucho que sabemos, es como si no supiéramos nada. O no sabemos nada de lo que realmente importa. Pero eso ya es otra historia. Mientras divagamos y soltamos palabras en bucle durante horas, aspiremos el aroma de las fresas salvajes y recordemos, por unos segundos, nuestra infancia. El lugar al que volver cuando todo se pone feo.

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