miércoles, 18 de agosto de 2010

Perder el tiempo



Es verano, se supone que debería hacer entradas sobre las pulseras de Sara Carbonero, el viaje de Michelle Obama, las últimas declaraciones estrafalarias de Lady Gaga... en fin, de noticias frívolas, petardas, que no nos hagan pensar. Pero llevo varios días con ganas de escribir sobre perder el tiempo y posiblemente lo esté perdiendo mientras escribo esto, porque mis palabras no me aclararán nada ni te servirán, a ti lector, para nada tampoco.


Vamos allá, de todas formas, a reflexionar sobre el concepto de perder el tiempo. De entrada no me gusta, no lo comparto, porque si pierdes el tiempo, se supone que también puedes ganarlo. Y eso sí que es imposible. Tanto perder el tiempo como ganar tiempo son expresiones de nuestra lengua, que merecen un análisis más sosegado. Para empezar la forma en la que nos relacionamos con el tiempo es un tema de enorme complejidad, que se puede enfocar desde la forma más filosófica hasta la más cotidiana. No queremos pensarlo demasiado porque nos agobiaría, pero todos estamos en un tiempo concreto y, es inevitable, nos proyectamos en ese tiempo, nos proyectamos a largo plazo. Aunque no lo queramos asumir a veces, lo más seguro es que lleguemos a ancianos, incluso a que tengamos mucho tiempo. Hasta de aburrirnos de esta vida. Que necesitamos reciclarnos, reinventarnos, incluso ser otra persona (dentro de lo posible, no estoy hablando del resultado de ciertas operaciones de cirugía estética).
Hay personas que están continuamente haciendo planes y tienen su vida programada, de aquí a incluso cuatro o cinco años. Si no, miren la agenda de los divos de la ópera o las estrellas del rock, por poner un ejemplo. Otras prefieren vivir el aquí y el ahora, ese concepto del que tanto nos hablan los psicólogos. Pero, en otro sentido, parece que todos estamos deseando que pase el tiempo. Que acabe el periodo laboral, que lleguen las vacaciones, que pase ya este año, que el tiempo se vaya consumiendo. Y posiblemente gran parte de nuestra vida sea perfectamente olvidable, sea ese tiempo, esos minutos que dedicamos a realizar numerosas tareas cotidianas, pero que son necesarias para nuestra subsistencia. Sin embargo, esos momentos de felicidad, esos instantes únicos en los que sentimos y nos emocionamos, tienen tanto valor que nos ayudan para la travesía en el desierto. Respiramos tanto y nos sentimos tan felices que tomamos aliento para cuando lleguen las vacas flacas. Nunca el tiempo es perdido, dice una canción de Manolo García. La felicidad son momentos de descuido, tres segundos conquistados al olvido, dice otra.


No creo que perdamos el tiempo, de ninguna forma. Tan sólo tenemos el tiempo que nos ha sido dado y con él cada uno, en la medida de nuestras posibilidades, según nuestros gustos o ideas, según lo que queremos de verdad o lo que los demás esperan de nosotros, así lo vamos empleando. Lo vamos gastando, lo vamos consumiendo. Camilo José Cela dijo que todas las horas del reloj duelen, la última mata. Creo que no debemos obsesionarnos, simplemente hacer una valoración global de nuestra vida, mirarnos por dentro, sentirnos lo mejor posible y saber que ese tiempo que hemos gastado no volverá nunca más. Y nos queda por delante un tiempo, sea el que sea, uno nunca lo sabemos. Pero que la vida no pase en balde sobre nosotros, que no tengamos la sensación de que lo estamos perdiendo, si no que, sea lo que sea aquello que estemos haciendo en cada momento, nos parezca que es una tarea maravillosa, que es el mejor lugar para estar.


Bueno, esto empezó sin pretensiones y está desembocando en psicología veraniega,je,je. No pretendo eso tampoco, simplemente son comentarios así escritos. Negro sobre blanco. El caso es que pienso últimamente en qué es perder el tiempo, en qué es ganarlo, en qué es gastar el tiempo, a qué lo dedicamos. Y mi conclusión vendría a ser esa: gran parte de nuestra vida se puede olvidar, no es más que una sucesión de actos rutinarios, pero entre toda esa nada cotidiana hay momentos tan hermosos, tan intensos, tan dolorosos, tan reales, tan únicos, tan maravillosos, que merece la pena seguir caminando en este valle de lágrimas.


Luis, que es verano tío, ¿cómo vas a acabar una entrada hablando de este valle de lágrimas? Venga llevas razón subconsciente. La voy a acabar citando a una de mis diosas, siempre fuente de inspiración. Ella sí que no pierde el tiempo, lo aprovecha intensamente. Cada día regala titulares y es noticia siempre, ya sea por cómo viste, por lo que dice o los siguientes proyectos que está tramando. Esto casi podría ser el inicio de una nueva entrada. Así es. ¡Viva Lady Gaga!

2 comentarios:

  1. Ay Luis, que hermosa reflexión. El presente a veces nos queda tan lejos... siempre estamos o en el pasado o en el futuro. El tiempo nunca se pierde: Un minuto de vida es un minuto ganado a la muerte.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Muchas veces nos hacemos maestros en perder el tiempo , hasta que la voluntad rompe la mediocridad
    y comenzamos a construir.

    ResponderEliminar