lunes, 1 de noviembre de 2010

Señora presidenta


Dilma Rousseff es la nueva presidenta de Brasil. Esto no es una entrada política, ya que no conozco ese tema en profundidad y tan sólo podría repetir lo leído en varios medios de comunicación. La idea central que se transmite es que, más allá de los méritos de la candidata, los votantes brasileños han refrendado la gestión de Lula, apoyando a la sustituta del carismática líder. Con esta entrada pretendo reflexionar sobre el hecho de que, poco a poco y venciendo muchos obstáculos, la cuestión de género empieza a dejar de ser relevante a la hora de una elección presidencial.
Las mujeres están ganando cada vez más protagonismo en la vida política mundial, aunque de todas formas una fotografía de los líderes mundiales tiene un marcado color gris, mayoritariamente masculino. Poco a poco aparecen figuras, con mayor o menor apoyo popular, especialmente en América Latina y en Europa. Por otra parte parece que el mundo de la política es un campo de batalla difícil y que las mujeres en primera línea del poder tuvieran que tener rasgos considerados tradicionalmente masculinos, como autoridad, don de mando, fuerza o determinación.
La sociedad va evolucionando y sería interesante analizar en profundidad la mezcla de cuestiones de género y de poder. Nos dirían mucho aún de nuestra sociedad, de nuestra forma de pensar. Pero en resumen la idea es que las mujeres son tan válidas como los hombres, a la larga el género no debe pesar en nada a la hora de estimar a un candidato o a otro. Y aún queda mucho por avanzar, recordad sólo recientes comentarios desafortunados que cuestionan la capacidad de algunas ministras sólo por su sexo. Aún falta mucho, pero las mujeres poco a poco se van abriendo caminos en un mundo de hombres, rompiendo un nuevo techo de cristal. Y a punto estuvo de producirse algo que se ha visto en la ficción (interpretada por Geenna Davis) y es que Estados Unidos contara con una mujer al frente del destino del país.
Me da igual que sean hombres o mujeres, que lo hagan lo más digno posible y que miren por los demás, que no se dejen llevar por presiones y antepongan el humanismo a los intereses. Sí, esta frase es demasiado idílica, pero ojalá fuera así...

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