martes, 16 de noviembre de 2010

Viva el flamenco


La Unesco ha declarado el flamenco patrimonio inmaterial de la humanidad. Para empezar me gusta la idea de proteger algo que no es un edificio ni un palacio ni una iglesia ni un parque natural. Algo que es aire, que es instrumento, que es baile, que es palpable y no lo es. Lo inmaterial necesita protegerse, lo cual demuestra el grado de sensibilidad al que llegan las instituciones, que son capaces de ver más allá de 'las piedras'.
¿Y qué digo yo del flamenco? Pues digo que este reconocimiento es, ampliado, un momento similar a cuando Paco de Lucía recibió el Premio Príncipe de Asturias. La percepción de este género musical ha experimentado un cambio enorme en los últimos años. Aunque sea un poco reduccionista esta frase, hace unas décadas el flamenco no dejaba de ser el 'entretenimiento de los señoritos' o un pasatiempo para turistas. El flamenco es mucho más que eso e impregna toda una cultura, de un valor enorme por ser muy popular, surgir del pueblo y en entornos humildes y hasta con un punto de marginalidad. El flamenco es un arte de verdad, auténtico, humano, no tiene nada que ver con los productos prefabricados ni las estrellas efímeras que tanto imperan en el universo del pop. El flamenco no es eso, va mucho más allá.
El flamenco es expresión del pueblo, es dolor y alegría, intensidad, emociones humanas universales. Es un pellizco, es una forma de vivir. Es toda una cultura, es arte, música, baile, plasticidad, horas y horas de esfuerzo, es talento compartido, es una manera de estar en el mundo, si me apuran y me pongo dramático. "Lo que deberían hacer es declarar a la humanidad patrimonio del flamenco", dijo un grande, Enrique Morente. Les dejo, tengo que seguir escuchando a Camarón.
El flamenco ya es universal. Lo ha sido siempre, sólo que hasta ahora no se habían dado cuenta.

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