viernes, 14 de enero de 2011

La ola


La ola (Dennis Gansel, 2008) es un ejemplo de cine hecho para pensar, para reflexionar, para que nos planteemos las cosas cotidianas. Esta película alemana está basada en hechos reales, en concreto en un experimento realizado por un profesor en Estados Unidos en los años 60, denominado la tercera ola. Dennis Gansel traslada ese planteamiento a la sociedad alemana contemporánea.
Durante la semana de proyectos un nutrido grupo de alumnos se apunta a un taller denominado 'Autocracia'. El profesor, interesado en nuevos métodos pedagógicos, va descubriendo el interés que despierta en sus alumnos y les lanza una pregunta: ¿sería posible que hoy día volviera a instaurarse una dictadura, como pasó en la Alemania nazi? Lo que empieza siendo un mero debate teórico acaba convirtiéndose en un proyecto, denominado La ola. El profesor va implantando normas y disciplina a sus alumnos. La gran mayoría acoge bien su propuesta y en unos días las cosas se salen de madre y empiezan a hostigar a aquellos que no piensen como el grupo, que se niegan por ejemplo a llevar una camisa blanca, símbolo de uniformidad.
Esta película, que llevaba tiempo con ganas de ver, se hace amena, entrentenida y proporciona un debate, que no sólo puede darse en Alemania, si no que es extrapolable a otros países. También en España podríamos debatir al respecto. Al fin y al cabo la duda es si dentro de nosotros están las semillas que podrían llevar a una dictadura. A la imposición de unas ideas y dejar fuera, o incluso aniquilar, a todo aquel que piense diferente. Al ser humano le ha costado mucha sangre y muchos siglos llegar al menos a este estado de cosas, en el que se respeta a los demás y se puede vivir en libertad (con todas las restricciones, problemas y limitaciones posibles), pero al menos algo es algo.
Cuesta pensar que en nuestra vida diaria tuviéramos que cumplir una serie de requisitos impuestos por el Estado o por el grupo dominante. Sin embargo también hay otra idea de fondo en esta película y es que la independencia se paga cara. Salvo casos muy excepcionales, todos queremos sentirnos integrados, en una familia, en un grupo, en una pareja, en una comunidad social, deportiva, lúdica o cultural. Necesitamos a los demás más que respirar. No creo, como decía Sartre, que el infierno sean los demás. Al contrario, interactuar unos con otros es lo que da sentido a nuestras vidas, en muchos casos. Pero desde la libertad personal de elegir con quién quiere uno compartir su vida y sin querer cambiarlos (grave error, ya sea a amigos o a la pareja).
La ola nos hace preguntarnos si hoy día serían factibles unas condiciones sociales como las que llevaron a Hitler al poder en la Alemania nazi. Nos gustaría pensar que no, que es imposible y que hemos aprendido la lección. De todas formas la historia (desde la Historia, la que se cuenta en los libros y en wikipedia hasta nuestras vidas personales) nos demuestra que el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Ojalá podamos seguir evolucionando hacia una sociedad más justa, más pacífica, donde haya más respeto y menos imposición. Aunque parezcan ideas abstracas, en nuestro día a día vamos a encontrar infinidad de situaciones en las que tengamos que tomar partido. Ojalá que La ola quede solo en la pantalla y no llegue a mojarnos.

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