lunes, 7 de febrero de 2011

Orden y rutinas


Todos nos relacionamos constantemente con el entorno físico concreto en el que estamos. Y es algo en lo que no solemos pensar, porque simplemente actuamos. Pero también en esta forma de actuar hay unas pautas, un modo, un orden establecido. Hay personas maniáticas de la limpieza o del orden, que necesitan que cada cosa esté en su lugar preciso. Llevado a un extremo puede dar lugar a trastornos psíquicos, como el famoso TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo). Pero de una forma más sana y con mucha menos incidencia, todos tenemos manías a la hora de ordenar nuestro lugar de trabajo, colocar los libros en la biblioteca o ir llenando la alacena con los productos que se acaban de comprar en el supermercado.
No sé si seguimos un criterio de comodidad (tener los productos más bajos delante y atrás los más grandes, para poder cogerlos mejor), un criterio estético (separar los jerseys por colores) o simplemente dejarlos donde se puedan ver. En lo infinitamente complejos que somos los seres humanos, hay quien se lleva bien con el desorden (una vez más llevándolo al extremo se convierte en patológico, véase el síndrome de Diógenes) y otras necesitan que cada cosa esté en su lugar exacto, porque si no, no se pueden concentrar. ¿No os ha pasado alguna vez que tenéis que cerrar la puerta, colocar bien un marco que está torcido o centrar los folios en la mesa antes de iniciar la tarea que planeábais hacer?
No suelo pensar mucho en eso, simplemente actúo, pero es curioso y me apetecía escribir sobre eso, cómo conformamos un orden en este mundo caótico. Un buen ejemplo sería una librería: cada cosa está en su sitio. Todo cambia, en la realidad y en nuestras cabezas, cuerdas flojas, eso es la vida. Pero necesitamos apoyos, asideros, necesitamos saber dónde está la taza de café cada mañana para desayunar. Orden, caos y rutinas habría sido otro buen título para esta entrada...

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