jueves, 5 de mayo de 2011

Las lágrimas de Solón



Un pedante que vio a Solón llorar la muerte de un hijo, le dijo: "¿Para qué lloras así, si eso de nada sirve?". Y el sabio le respondió: "Por eso precisamente, porque no sirve".

Claro está que el llorar sirve de algo, aunque no sea más que de desahogo; pero bien se ve el profundo sentido de la respuesta de Solón al impertinente. Y estoy convencido de que resolveríamos muchas cosas si saliendo todos a la calle, y poniendo a luz nuestras penas, que acaso resultasen una sola pena común, nos pusiéramos en común a llorarlas y a dar gritos al cielo y a llamar a Dios. Aunque no nos oyese, que sí nos oiría. Lo más santo de un templo es que es el lugar a que se va a llorar en común. Un miserere, cantado en común por una muchedumbre, azotada del destino, vale tanto como una filosofía. No basta curar la peste, hay que saber llorarla. ¡Sí, hay que saber llorar! Y acaso ésta sea la sabiduría suprema. ¿Para qué? Preguntádselo a Solón.

Miguel de Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida 

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