lunes, 26 de octubre de 2009

La piedra de la locura



Todos andamos algo locos (Baudelaire)


En la Edad Media no se conocía el Prozac, pero había otras cosas. Siempre me han fascinado las pinturas del Museo del Prado relativas a la extracción de la piedra de la locura. La pintura flamenca y holandesa, del siglo XV al XVII, trata este tema, que es una sátira sobre los falsos médicos, sobre ideas preconcebidas erróneas, sobre supersticiones que no nos resultan tan lejanas. Curanderos se aprovechaban de los miedos de la gente para operarles y extraerles la 'presunta' piedra que sería el origen de todos sus males. A veces se trataba de meros dolores de cabeza, pero el temor de la gente les movía a ponerse en manos de personajes pícaros, que todas las épocas han existido.


Dando un salto en el tiempo me viene a la mente (con piedra o sin piedra) un reciente reportaje de estos de investigación televisiva (o pseudoinvestigación) en el que se desenmascara a un doctor que había venido ejerciendo durante años la medicina sin título. Muchas personas se han visto afectadas, pero como suele pasar casi siempre cuando se clausura su consulta ya es tarde: mucho dolor y mucho sufrimiento deja detrás suya.


También me resulta curioso en este tema el hecho de pensar que la locura pueda ser una piedra, es decir, algo que entra no sabemos cómo en la cabeza del hombre y que se puede extraer. Si en la Edad Media eran operaciones, pensemos en otras formas más sutiles pero igualmente ridículas en las que hoy día se intenta extraer a la gente sus pensamientos negativos, sus miedos, sus locuras. Yo creo que todo esto forma parte del hombre, es intrínseco al ser humano tener un lado oscuro. Pero como en todos los aspectos: hay que saber controlarlo y que no nos dañe. Tener más fuerza que la piedra, que podamos vivir con nuestra piedra de la locura pero sin que su carga sea demasiado pasada. Sin que se note que todos andamos algo locos, como decía Baudelaire.


El arte medieval es sumamente atractivo y en esta entrada aparece otro loco genial, admirado por el muy católico Felipe II y redescubierto a comienzos del siglo XX por los surrealistas. El Bosco aprovecha para hacer una sátira anticlerical. En el Museo del Prado hay otra representación de este tema, la de van Hemesen, quizás más macabra y realista, pero me quedo con la versión más simbólica del Bosco. Este tipo de obras representan visualmente un proverbio que dice 'Las cosas van mal cuando el sabio va a casa de locos para operarse de su locura'. Y siglo tras siglo esta nave de los locos, que es el mundo en el que vivimos, sigue navegando.


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