jueves, 13 de agosto de 2009

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura


La cuarta lectura veraniega y playera ha sido el primer texto que he leído de Woody Allen. Hasta el momento he visto su filmografía, pero nunca lo había leído. Tusquets (Fábula, edición de 2007) ha editado libros, textos teatrales y algunos de sus principales guiones. Ya me tiene ganado desde las tapas, porque me encanta, pero debo decir que el libro no me defraudó en absoluto. Puede parecer una lectura veraniega, de metro o playa, un puro entretenimiento estival, pero la cosa tiene miga.

El librito es una selección de textos escritos entre 1.966 y 1.972. La gran mayoría se publicaron en la revista The New Yorker, otros son de otras publicaciones, y tres especialmente para ese libro. En los 17 capítulos Allen se vale de formas literarias diversas, como el relato en primera persona, la biografía o el género epistolar, para desmontar algunos de los grandes mitos intelectuales de aquellos años y a las vacas sagradas de la cultura contemporánea.

Estos escritos abarcan desde la época en la que firmó su primera película, ‘Lily, la tigresa’, un montaje nuevo de un film japonés de espías, y ‘Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar’. Con un estilo cáustico, brillante e irónico, al igual que es en la vida real (en este caso es casi imposible separar persona y personaje) se atreve con todas las verdades culturales inamovibles de final de los 60 y comienzos de los 70: se mete con Ingmar Bergman, uno de sus grandes referentes cinematográficos, los judíos (su habitual blanco de sátiras), la religión, la filosofía, las biografías, el ajedrez, los espectáculos de mimo o el psicoanalisis.

Con un lenguaje directo y ágil y una mirada mordaz Woody Allen nos divierte durante unos minutos, pero a su vez nos hace reflexionar sobre las grandes verdades. Mirar con humor los temas serios -hasta la muerte- y el resultado es pura ironía. Como dice la reseña del libro: “como escritor Woody Allen quiere acabar de una vez por todas con la cultura, aunque tendría primero que acabar consigo mismo”.

Me gustaron especialmente la parodia de ‘El séptimo sello’, el repaso a los boletines de los cursos de primavera, de lo más surrealistas, o el relato final ‘Para acabar con las novelas policíacas. El gran jefe’. Aquí tenéis un párrafo para que os hagáis una idea:

“La manifestación del universo, como una idea compleja en sí misma, en oposición al hecho de ser interior o exterior a su propia Existencia, es inherente a la Nada conceptual en relación con cualquier forma abstracta existente, por existir, o habiendo existido en perpetuidad sin estar sujeto a las leyes de la física, o al análisis de ideas relacionadas con la antimateria, o la carencia de Ser objetivo o subjetivo, y todo lo demás.
Era un concepto sutil, pero espero que lo haya pescado antes de morir”.

Si este libro se escribiera hoy día aquí tengo algunos posibles capítulos: Cómo acabar de una vez por todas con el cine iraní. Cómo acabar de una vez por todas con las subastas en Internet. Cómo acabar de una vez por todas con la neurociencia. Cómo acabar de una vez por todas con Houellebecq. Cómo acabar de una vez por todas con los montajes operísticos. Cómo acabar de una vez por todas con el pensamiento neocom. Cómo acabar de una vez por todas con Francis Fukuyama. Cómo acabar de una vez por todas con el Círculo de Lectores. Cómo acabar de una vez por todas con las compañías de seguros. Cómo acabar de una vez por todas con los blogs.

Y una última cita: “No creo en la vida ultraterrena, aunque por las dudas me llevaré una muda de ropa interior”.

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