lunes, 10 de agosto de 2009

El corazón de las tinieblas


Además de las vivencias de ese día, de Zaragoza me llevé dos libros (gracias Raquel). El primero de ellos ha sido mi tercera lectura veraniega. Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas (Biblioteca del autor en Alianza Editorial, edición de 2008). Un clásico del género de aventuras, aunque es mucho más que eso. Prueba de su trascendencia es que Coppola se inspiró en esta obra, con un cambio de época y lugar, para ‘Apocalypse now’. Esta obra se publicó en 1.902 en forma de libro, previamente por entregas, y hoy día es la novela más conocida y leída (no siempre el libro más conocido es el más leído, aunque suele ser lo habitual) de su autor.

El aspecto que destaco de esta novela corta es la atmósfera. Algunos críticos han señalado que el sentido predominante es el oído. El personaje de Marlon –probable alter ego de Conrad, aunque con matices y narrador de la historia- viaja desde la apacible Inglaterra del fin del siglo XIX hasta el Congo, devastado en la época de Leopoldo II. Allí tendrá que realizar un viaje remontando el río homónimo hasta dar con Kurtz, la clave de bóveda de todo el relato. Una de mis escenas favoritas es cuando el barco en el que viajan queda anclado en mitad del río, envueltos en la neblina. La atmósfera se vuelve espesa y los gritos desgarran el corazón. ¿Hasta qué punto es real lo real o producto de la imaginación excitada por el ambiente?

La novela ha recibido numerosos elogios y es considerada un relato anticolonialista por la mayoría de los críticos, si bien también ha recibido objeciones por lo contrario. Tras la lectura el relato no deja en buen lugar a los colonos europeos, que intentan encubrir bajo los pomposos nombres de progreso, desarrollo y cultura la rapiña de los recursos del país, especialmente el marfil. Si bien algunos achacan a Conrad el poco valor humano dado a los habitantes del país, la mayoría de ellos esclavizados, y es cierta la frialdad del narrador desde la sensibilidad actual, en algunos momentos puntuales del libro la mirada del negro desconocido, inaprensible, le hace reflexionar o al menos experimentar algunos sentimientos de empatía.
El hombre ante las situaciones límite o la decadencia moral de los colonizadores, cargados de buenos propósitos son dos de los temas de este relato, bien estructurado, de fácil lectura y ameno. Marlow es más cercano, un tipo que cuenta a sus parroquianos toda la historia, nos la cuenta también a nosotros, gentes del 2009. Sin embargo Kurtz ejerce una gran fascinación. Un personaje abominable y atractivo, decadente. “Sólo era una voz”, como dice el narrador. El momento en que se encuentran y lo que sucede después también es memorable. En mis comentarios sobre libros no quiero destripar datos de la trama.

Si bien el hombre de hoy ya está de vuelta de muchas cosas y su sensibilidad cada vez más hueca por el bombardeo de los medios y las imágenes, resulta estimulante de vez en cuando recordar estos clásicos (que no viejos) relatos, en los que las palabras nos pintan una selva profunda, un hombre que grita horrorizado, unos esclavos inconscientes o un submundo de rapiña y de pequeños avariciosos en una continua lucha entre ellos mismos. La mayoría de las obras de Conrad son autobiográficas. Tampoco os revelaré nada, pero entiendo la última escena, la de la justicia poética. Así se hacen los mitos: es necesario callar la verdad y que cada uno crea lo que quiera creer. Pero la realidad es mucho más terrible que todo eso.

Me quedo con una frase del libro. Sencilla y durísima. Vivimos como soñamos: solos.

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