martes, 11 de agosto de 2009

Universo Juan Muñoz




El próximo 28 de agosto se cumplirán ocho años de la muerte de uno de los mejores artistas contemporáneos españoles. Aunque principalmente era escultor también pintaba, dibujaba y creaba obras en otros formatos, como grabaciones. Juan Muñoz (Madrid, 1953-2001) tuvo tiempo suficiente para que su obra quede para la historia, aunque si no hubiera sufrido un paro cardíaco repentino habría seguido creando y podría haber llevado sus propuestas mucho más lejos. Su vida se apagó en su momento de máximo apogeo: un año antes había ganado el Premio Nacional de Artes Plásticos y en ese momento exponía en la sala de turbinas de la Tate Gallery de Londres una espectacular instalación.








Universo Juan Muñoz. Del 22 de abril al 31 de agosto el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid expone una retrospectiva, que tuve ocasión de visitar el 27 de julio. Los lunes cierran todos los museos. ¿Todos? No, el MNCARS es la visita obligada de un lunes madrileño. Muy diferente se presenta el museo, que tiene nuevo director y nuevo discurso (temático, no cronológico). La exposición ocupaba espacios en la primera y la tercera plantas, así como en el jardín y una galería al aire libre.







Teatral es uno de los principales adjetivos que se me ocurren para definir su obra. La mera imagen es poderosa. Con eso podríamos quedarnos, en una primera lectura, pero es que además nos exige una reflexión. Falsos suelos. Anuncios exteriores en el interior de las paredes de las galerías de arte o, en este caso, del museo. Durante un rato estuve paseando entre sus inconfundibles personajes orientales, de gesto agradable, en plena conversación. Su imagen más icónica. También sus personajes femeninos que me recuerdan a una especie de mezcla entre meninas descontextualizadas mezcladas con bailarines de danza sufí de pesados ropajes.








Sus personajes son de estatura inferior a la normal. Pero cuando interactuamos con ellos no me producen risa. Tampoco te sientes integrado. Incluso puede aparecer una sensación incómoda. Por un momento pienso que son seres de otro mundo, mucho más inteligentes que nosotros, pero con vidas contemplativas, sin necesidad de alimentarse ni de cumplir ninguna función básica, meramente están siendo. Si es que el arte nos pone espesos…







Un tren descarrilado. Ni hay víctimas ni restos del dolor. Todo es frío, pero no inhumano. Figuras de cocodrilos de escayola, para desengrasar. Figuritas decorativas, trenes que recorren una habitación, juegos de niños. Siniestros personajes que se sientan en sillas sin asiento, sólo estructuras en las que apoyar sus cuerpos. Un pasamanos. Perfectamente normal, podríamos usarlo. Pero atento a la sorpresa: si miras en el lado interior te encuentras una navaja.















El universo de Juan Muñoz no es fácil. Es muy icónico y por eso podemos quedarnos en la mera contemplación de la forma, como su pequeño ascensor luminoso que sube y baja. Me quedo con la imagen del artista como la de un niño que está creando juguetes. Juguetes filosóficos y trascendentales, pero juguetes al fin y al cabo.






Nota: Todas las fotografías de esta entrada son mías. En el museo podían hacerse sin flash y muchos visitantes -yo también- disfrutaban posando entre sus figuras orientales. El arte sale a la calle, el arte interactúa. Eso es lo principal, más allá de lo que digan los catálogos eruditos y de todo lo reflexivos y conceptuales que nos queramos poner: interactuar. Que el arte nos diga algo. Algo. Algo y claro. Algo.

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