martes, 11 de agosto de 2009

Dita von Teese y Gaudí




























Nuestros protagonistas son Antoni Plàcid Guillem Gaudí i Cornet y Heather Renée Sweet. Y me sirven para hablaros de dos universos: el de la carne y el del espíritu. Aunque en sus respectivos mundos comparten un concepto genérico: la creatividad.

En Reus nace en 1.852 nuestro protagonista, exactamente 120 años antes que nuestra protagonista. Un número redondo. Desde su infancia su carácter se ve marcado por las enfermedades que sufre, lo cual le vuelve retraído. Desde niño fue en aumento su interés religioso y también cierta conciencia social, estando cercano a postulados del socialismo utópico. Con los años su pensamiento se volvería más conservador, marcado por la religiosidad. El artista va a empezar su carrera sin ser consciente de todo el potencial que tiene por delante y de que la arquitectura española experimentará un antes y un después de su legado.

Nos vamos a Rochester, en Míchigan, a comienzos de la década de los 70 del siglo pasado (aún me cuesta ver al siglo XX como el siglo pasado, nací en el siglo pasado entonces). Tenemos a una niña de físico más o menos común, que empieza a verse fascinada por el cine, la moda y la estética. En vez de mirar al punk contemporáneo su interés reside en el Hollywood de los años 40. Rubia natural, su veneración laica de Betty Grable la lleva a convertirse en morena.

Gaudí fue a la universidad, aunque no fue un alumno brillante. Dita la dejó pronto porque empezó a trabajar en lo que quería. Dos universos completamente distintos. El catalán empezó a realizar proyectos civiles y religiosos. La estadounidense estaba llamada por el burlesque. Casi todos pasamos por esta vida y adiós. Sólo unos pocos son recordados por todo lo que han creado. La creación es tan infinitamente amplia que puede ir desde una soberbia catedral inacabable que hará que te recuerden en el futuro hasta un plano detalle en el que te quitas con sensualidad el guante, dejando el brazo desnudo. Como dijo Manuel Vicent, a la posteridad se puede pasar por muchos caminos.

Me imagino a finales del siglo XIX a un apuesto dandi visitando un cabaret barcelonés. El chico contempla a la chica. Erotismo contenido, todo lo que se podía permitir en esa época. Miradas cómplices. Fascinación. Y nada más. Ni falta que hace.

Antoni Gaudí dedicó la gran parte de su vida al trabajo y en sus últimos años quedó obsesionado por el proyecto de la Sagrada Familia, ‘la catedral de los pobres’, que quedaría inacabado. Todos conocemos su arte, sus originales formas, sus cúpulas, sus trencadís. Pero su personalidad sigue siendo un misterio. Al igual que a Manuel de Falla apenas se le conocen relaciones sentimentales. De hecho del genial catalán se ha dicho casi de todo: que era homosexual, masón, misógino o vegetariano (hasta el momento la más fundamentada de esas afirmaciones).

Todo lo contrario pasa con la sensual modelo de burlesque. También son otros tiempos. Aunque no creo que en España sea demasiado conocida, salvo por haber sido la novia, posteriormente esposa y actualmente ex de Marylin Manson. Los devaneos amorosos de Dita forman parte de la blogosfera. Su herramienta de trabajo es su cuerpo, que viste con espectaculares diseños y desviste con gracia y encanto. Integrada en el mundo de la moda y con admiradores que van desde el 'establishment' (invitada a la Ópera de Viena) hasta el underground. Un erotismo elegante, plagado de referencias cinéfilas. Nada que ver con la banalidad que este mismo acto puede tener en otros contextos y protagonizado por otras personas.

Cada uno es un mundo y estos artículos de parejas imposibles no tienen otra intención que divagar. Gaudí dejó un maravilloso legado, ha pasado a la historia como uno de los mejores arquitectos, un genio de la contemporaneidad y sin él no se entendería la Barcelona que conocemos. Películas como ‘Tardes de Gaudí’ o ‘Vicky Cristina Barcelona’ contribuyen a recrear sus diseños en el imaginario colectivo y a atraer miles de turistas que quieren seguir las rutas modernistas ¡Y fotografiarse junto a ese dragoncito tan majo!
Me imagino a Gaudí en sus últimos años, huraño, introvertido, sin apenas lavarse ni afeitarse, dando importancia sólo a su pensamiento, a su trabajo y a su fe católica. Sin embargo a la modelo le toca ocuparse del cuerpo, cuidarlo, mimarlo, embellecerlo, envolverlo, mostrarlo. Veo a Dita, ofreciendo espectáculos, sumergiéndose en una inmensa copa de absenta y ocupando la primera fila en los desfiles de moda internacionales. De todas formas creo que quien muestra su cuerpo, en parte, también está escondiendo su alma. No hace falta ser católica para entender a Gaudí. Ni siquiera religioso. Con el arte es suficiente. No hace falta desear la carne que estás viendo para valorar un espectáculo de erotismo, de burlesque, una invitación carnal a sumergirse en un universo lejano, pero rabiosamente fascinante.

¿Cómo es posible que esa cintura sea real? Más bien parece un diseño artístico, un dibujo de Gaudí. Con esta cintura inverosímil y con una canción de lo más petarda (pero que ya he tenido el gusto de bailar este verano, es pegadiza) nos quedamos. Eurovisión no es precisamente el mejor escenario para la transgresión, pero demos la bienvenida a miss Dita von Teese.

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