sábado, 8 de agosto de 2009

Madonna en Zaragoza



Nota: Antes de escribir sobre Madonna prometo no utilizar las palabras ‘reinventarse’ ni ‘camaleónica’.

Esta entrada no es para desmontar la personalidad de Madonna, ni para hacer una crítica musical de su concierto, ni para hablar de sus excesos ni caprichos de diva (un respeto a la cábala). No hablaré tampoco de la organización (deficiente en algunos aspectos) ni de las colas. Simplemente es una entrada para narrar mis sensaciones en su concierto, que creo que ha sido el más multitudinario de todos los que he visto hasta el momento. El 25 de julio de 2009 fui una de las miles de personas que vieron en el recinto ferial de Zaragoza el concierto que marcó el punto final de su pequeña gira por España. El año pasado me quedé con las ganas de verla en Sevilla, así que estaba deseando ver a la diva.

Tras la espera, animada por el dj Paul Oakenfold, la cantante apareció con 15 minutos de retraso sobre la hora anunciada en el escenario, las 22. Tanto el comienzo como el final del espectáculo son muy potentes. El incisivo sonido del tic-tac de un reloj acompaña la proyección de una imagen de una bola rodando por un circuito, como si fuera un pin-ball. Ansias de verla en escena. Y aparece como la reina del pop: sentada en su trono entonando el arranque de ‘Candy shop’. Al final se despide con 'Give it 2 me' tras haberse pegado casi dos horas frenéticas sin parar. En un momento se pone unas gafas y se despide encerrándose de nuevo en la caja en la que apareció. Y mensaje estampado: Game over. El espectáculo terminó.

El espectáculo duró dos horas y no defraudó. Si bien su último disco no es de mis favoritos, gran parte del show lo construye con ‘Hard candy’. Dulce y pegajosa. La exhibición física es constante: giros, saltos, pasos coreográficos endiablados, complicidad con los bailarines. La cincuentañera demuestra en qué ha invertido tantas horas a lo largo de su vida. Pero cuando tiene que cantar, también lo hace. La exhibición vocal llegó cuando cogió la guitarra y entonó el ‘You must love me’, la canción de la película ‘Evita’ ganadora de un Oscar. Incluso en la gran pantalla podían verse rastros de emoción en su rostro.

Una de las características de las divas llegadas a este nivel es la autorreferencialidad. Buen ejemplo es cuando Madonna canta 'She´s not me' y va dando vueltas por el escenario, codéandose con varias bailarines vestidas con algunos de sus atuendos más reconocibles: desde el homenaje a Marylin hasta los corpiños de Gaultier. Momento provocación: se pelea con sus dobles y también les zampa un beso. La Ciccone se ha nutrido toda su carrera de provocar.

Visualmente no falta un detalle. Los mejores bailarines, proyecciones espectaculares, hasta un grupo folk sobre el escenario, sus canciones clásicas reconvertidas con nuevos ritmos. Uno de mis momentos favoritos fue la presentación de 'Devil wouldn´t recognize you' cuando aparece un vídeo de animación oriental y unos bailarines con unos llamativos trajes parecidos a kimonos. Una tormenta de agua. Fabuloso. Otros momentos memorables son el 'Like a prayer', subidón, y su 'La isla bonita' con relectura según el folclore rumano.

En cuanto a la actitud francamente en una diva de estas características pensé que no pasaría del 'Hola Saragosaaaa' y que se mostraría fría y distante. Pero me sorprendió verla moverse sin parar, cantar, animar al público, incluso se enfadó cuando conminó a la gente a saltar y no le hacían demasiado caso. Y el público da para otra entrada: gente muy variada, de todas las edades y todos comulgando con la religión madonniana. Estuvo entregada y me gustó mucho, a ver si viene pronto a España de nuevo y tengo la ocasión de repetir. Pura adrenalina.

Y voy terminando con tres apuntes: homenaje a Michael Jackson, mensaje concienciado (no a los dictadores, es hora de cambiar el mundo) y por supuesto: Vogue vogue vogue. Aquí va una de mis canciones favoritas, potente y enérgica, una buena pincelada del concierto: Ray of light. Disfruten de la diva. Strike a pose…

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